¿Cómo sé si mi hijo necesita terapia?

Cada vez son más los niños que reciben algún tipo de terapia mientras que sus padres se preguntan cómo saber si realmente la necesitan o si, sencillamente, hay que darles tiempo a que se “desarrollen normalmente” sin ese fundamental “empujón”.

Muchos padres se escandalizan al oír que su hijo necesita terapia y es de entender. Anteriormente, esas palabras se relacionaban solo con personas que tenían graves problemas psiquiátricos y no con niños que tenían dificultad con alguna materia en la escuela o algún deporte.

De ellos se decía que eran “brutos” con los números, “torpes” para los estudios, “descoordinados” o elevados en clase. Sin embargo, les sorprendería saber que importantes personajes históricos como Albert Einstein, Winston Churchill, Thomas Edison y Alexander Graham Bell, entre otros, sufrieron grandes problemas de aprendizaje, demostrándonos que los niños con estas dificultades no son menos inteligentes sino que presentan deficiencias en ciertas áreas del conocimiento.

Hoy día, gracias a investigaciones acerca de cómo funciona el cerebro, se ha podido comprobar que estos trastornos pueden ser tratados desde temprana edad a través de las terapias. La clave está en detectarlos tempranamente. Pero, ¿cómo saber si su hijo va a presentar un problema de aprendizaje?

Integración sensorial, la base de todo

Para identificar el problema, primero es necesario saber en qué consiste. Según la terapista ocupacional estadounidense y doctora en Psicología, Anna Jean Ayres (q.e.p.d), antes de aprender a leer, escribir y calcular, debemos ser capaces de darle un significado a lo que vemos y escuchamos, así como planificar nuestros movimientos y organizar nuestro comportamiento. Esta capacidad, llamada integración sensorial, cuya teoría fue desarrollada por Ayres en los años 60, se encuentra basada en la eficacia con la que nuestro sistema nervioso organiza los mensajes que nos son transmitidos tanto por los sistemas sensoriales (visión, gusto, olfato, audición y tacto) y los sistemas vestibulares (parte del oído interno y el cerebelo que ayuda a controlar el equilibrio y los movimientos del ojo), como por los propioceptivos (sistema mediante el cual el cerebro recibe la información sobre la posición y el movimiento de las partes del cuerpo entre sí y en relación a su base de soporte). Por consiguiente, la terapia por integración sensorial intenta, a través de actividades de estimulación, organizar los mensajes recibidos por el cerebro para que el niño pueda desarrollarse adecuadamente. En el caso contrario, el niño podría presentar problemas de aprendizaje que pueden ser identificados al observar dificultades grandes o específicas que no le permiten aprender al ritmo, ni de la misma manera que los demás.

La importancia del tono muscular

De acuerdo a la neuropsicóloga colombiana Dra. Annie de Acevedo, fundadora del KSI Learning & Psychology Center, en Bogotá, Colombia, lo primero que se debe observar en un bebé es el tono muscular. Es decir, si sus manos, brazos y músculos de la boca son débiles o fuertes ya que durante los tres primeros años el niño debe dominar la sentada, la gateada, la caminada y el lenguaje. “Si el niño presenta bajo tono muscular, muy probablemente tendrá dificultades para el aprendizaje. ¿Por qué? El bajo tono muscular indica una inmadurez en el sistema subcortical del cerebro, es decir, en el sistema vestibular, que es por donde pasa la información antes de que entre en la corteza, lugar donde se procesa la información ya más elaborada y lo que se busca con la terapia es obligarla a madurar”, explica la Dra. Acevedo. Otro síntoma que se debe tener en cuenta es la erraticidad, tristemente confundida en el pasado por “flojera”, ya que los niños con problemas de aprendizaje un día están muy bien y, al otro, muy mal. En los niños, la erraticidad se puede detectar en comportamientos como: Si se amarra los zapatos un día y otros días no puede o si casi nunca puede. Si la maestra en la escuela ve que un día el niño pinta perfecto la figura humana y al otro día le sale un “mamarracho” que nadie entiende.

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